Los Padrinos controlaban todo en Islas Marías; en fin de semana se bebía hasta morir


Islas Marías. A finales de la década de 1990, cada sábado la colonia penal federal de Islas Marías era tierra de nadie.

Los llamaban Los Padrinos, un grupo de alrededor de 120 internos que tenía el control de todo. Unos eran prestamistas, otros controlaban el camarón, las bebidas, la prostitución de internas…

Al ritmo del acordeón, la guitarra y la batería, las noches de fin de semana en la isla María Madre eran de fiesta con bebida hasta morir. Le decían turbo, con 120 grados de alcohol con el que con muy poco el bebedor quedaba tirado. En una tapa se probaba: prendían un cerillo, y si encendía el producto, era del bueno.

“Había alrededor de 15 grupos musicales que no le pedían nada a grupos de fuera. Tenían mejor sonido que La Changa”, describe a La Jornada un servidor público con 26 años de trayectoria laboral en el archipiélago.

Los internos andaban con bota exótica, cinto de piel y las mejores mujeres del lugar, relata. Sábado y domingo era un tiradero de personas alcoholizadas, los recogían y los trasladaban a una zona a la que llamaban la borrachera, donde se recuperaban de la noche de juerga.

Los servidores públicos se encontraban bajo la voluntad de los presos que tenían el control en el máximo apogeo del autogobierno. No podían hacer nada ante todo lo que miraban, estaban bajo su control.

Si un funcionario caminaba por la calle y venía un interno, aquél se tenía que hacer a un lado para darle el paso, incluso las oficinas estaban gobernadas por el poderoso grupo. Dentro del personal administrativo tenían puestos algunos reos. Si queríamos un periodo vacacional se lo teníamos que pedir al interno, al jefe de recursos humanos. Era una mafia que movía dinero a raudales, cifras exageradas. Había de todo, no faltaba nada, se hacían los más grandes festejos que podía haber en una isla.

Los Padrinos explotaban a las mujeres, decían que eran sus esposas, podían tener hasta cinco mujeres que les hacían los quehaceres… había prostitución, que ellos controlaban.

Después de tanto autogobierno, un avión llegó con nuevos convictos, eran federales encubiertos para ver cómo estaba la colonia. Luego de varios días de convivir, ubicar a los líderes y conocer todo el movimiento, tenían que retirarse de un modo que no levantara sospecha.

Planearon una atmósfera en la que creaban problemas para justificar su salida de Islas Marías y funcionó. Los sacaron de ahí.

A los 15 días llegó un operativo.

No queremos que entre ni salga una sola llamada. Tírame todo el servicio telefónico, pidieron al servidor público.

Esa noche, al pasar lista, todo interno que se sabía que tenía un poder económico y tenía el control de algún servicio, lo fueron separando de la fila. Se los llevaron.

Había tiendas operadas por los internos, después de llevárselos las abrieron para que los otros presos tomaran lo que necesitaban.

Al siguiente día del operativo el control ya lo tenían las autoridades.

Nos veían pasar y el interno se quitaba la gorra y saludaba.

Fuente: La Jornada