El ocaso del teniente «fantasma»


 

Fue una persecución con tiroteo incluido donde lo único que imperó, de principio a fin, fue la confusión. Caía la tarde del jueves 1 de marzo del 2012 cuando las comunidades aledañas a Quilá, un poblado ubicado a 30 minutos al sur de Culiacán, fueron sacadas de su rutina por la presencia de un grupo especial de las fuerzas armadas que comenzó un operativo en los alrededores de un rancho. Sucedió entre los pueblos llamados Oso Viejo, Loma de Redo y Oso Nuevo, ubicados en la zona agrícola conocida como valle de San Lorenzo. Un helicóptero de apoyo inició la búsqueda desde el aire de una camioneta cherokee blindada que huyó del lugar cuando comenzó el despliegue.

 

El ruido del motor de la aeronave color verde oscuro se pudo escuchar durante varios minutos, y de acuerdo a testimonios de la población registrados en aquellos días, hubo varios disparos desde al aire contra el vehículo que transitaba a toda velocidad por un camino rural que conduce a un sitio llamado el Vado, lugar de recreo donde habitantes de estas comunidades suelen acudir para pasar un día de campo. El cuerpo especial de las fuerzas armadas que realizaba el operativo seguía a la camioneta por tierra, mientras desde el aire comenzaron a disparar. Hubo un alcance de fuego que sacudió la carrocería blindada y empezó a incendiarse, el conductor perdió el control y la unidad salió de la carretera.

 

Cuando los primeros cuerpos policiales llegaron al lugar, los militares les cerraron el paso, no había lugar para ellos en la operación que incluyó rodear el área. Cuerpos de rescate que acudieron al sitio, lograron ingresar para trasladar a un herido que minutos después falleció en un nosocomio de la capital sinaloense. En el lugar quedaron tendidos los cuerpos de dos hombres, uno de los cuales se informó pertenecía a Jonathan Salas Avilés, un pistolero que por sus habilidades para escabullirse frente a sus enemigos y cuerpos de seguridad, le apodaban “el fantasma”.

 

 

 

La contrainformación

 

“Granadas a detonar, arma de talibán, un suicida entrenado, las bombas forman un cráter y la disciplina al mejor soldado. Con charola del infierno, astucia y talento para la batalla atraviesa los retenes el teniente fantasma”, dice la primera estrofa del corrido interpretado por el grupo Calibre 50, dedicado a Salas Avilés.

 

Si en las letras de los narco-corridos dedicadas a este individuo, quien se jactaba de su formación castrense, se mitificaban sus habilidades para el uso de las armas y operaciones de precisión, lo ocurrido aquellos primeros días de marzo del año pasado abrió la pauta para que sus seguidores continuaran alabándolo.

 

El gobernador de Sinaloa Mario López Valdez, entrevistado horas después del suceso, declaró que la “muerte del fantasma” iba a traer un “poquito más de paz y tranquilidad” a la entidad, ya que si la situación era como le habían informado, consideraba que había una persona “menos” que andaría delinquiendo.

 

Si uno de los usos militares que se le da a la contrainformación es la de confundir, generar pistas falsas para engañar, en aquel episodio todo pareció que se ajustaba a este precepto. Las autoridades militares guardaron hermetismo absoluto sobre la operación. Hubo un momento en las primeras horas del choque armado, en que el general de división Moisés Melo García, comandante de la tercera región militar, con jurisdicción en Sinaloa y Durango, declaró no tener la información sobre el operativo. Los medios que dieron cobertura al choque y desenlace de la persecución, atribuyeron en principio a la marina la realización del despliegue.

 

En los siguientes días desde Mazatlán donde tiene su sede la comandancia de la región, se emitió un comunicado que refirió la muerte de dos personas en el lugar y el traslado a un hospital de un herido que falleció al recibir los primeros auxilios. El boletín no informó sobre la identidad de los fallecidos y refirió que en la comunidad donde se suscitó el enfrentamiento, fueron asegurados dos inmuebles donde se incautaron armas y fusiles de diversos calibres, cartuchos y vehículos.

 

Al paso de los días se supo que Salas Avilés no estaba entre los muertos. Y como mofa hacia el ejército, en corridos, redes sociales y comentarios periodísticos locales, se dijo que de nuevo “el fantasma” se les había desaparecido.

 

Para la Defensa Nacional no existen registros documentados de Salas Avilés como miembro de sus filas. Sin embargo diversas versiones castrenses lo ubican como “desertor” del 101 batallón de infantería. No era oficial graduado, por lo que el dicho de que era “teniente” forma parte de su ensalzamiento en los narco-corridos, precisa una de estas fuentes. Aspiró al curso de fuerzas especiales, como muchos soldados, pero no hay  antecedentes de que haya participado en alguno de los programas. Lo único cierto es la zalamería y falsas atribuciones que lo colocaron como un individuo de cierto rango e importancia, pero no fue así, añade.

 

—¿Y cómo se llegó a eso?—Por la falta de interés en parar los rumores, las medias verdades y la confusión, concluye.

 

 

 

El declive

 

Jefe de escoltas del Chapo Guzmán y/o pistolero al servicio del jefe del cártel de Sinaloa, han sido dos de los dichos que sobre Salas Avilés ha repetido la prensa nacional y la local tras la sigilosa operación del ejército ocurrida la madrugada del pasado sábado 9 de febrero que concluyó con su captura. Si las referencias a su papel en la delincuencia organizada fueran verosímiles, comenta una fuente militar, qué pasó en los últimos tiempos para que cayera detenido sin un disparo, tampoco en un rancho o casa de seguridad donde suelen pernoctar bien custodiados estos individuos.

 

Los reportes son escuetos y se complementan con las versiones de habitantes de la comunidad de Costa Rica, poblado localizado a menos de 40 minutos al sur de Culiacán, donde fue el operativo que concluyó con su detención. Sucedió en una casona de dos niveles, con grava tirada en la acera, fachada blanca descuidada, que se localiza en la calle de las Palmas, en la colonia Infonavit. Era su refugio donde testimonios de los lugareños lo identifican como un hombre bajo de estatura, que en ocasiones se dejaba la barba y andaba con el pelo a rape. Se movía en cuatrimoto, al momento de su detención había un par aparcadas dentro. Llamaba la atención porque era evidente que solía andar bajo los efectos de estupefacientes. Parecía marginado del círculo de operaciones armadas de los capos de la droga. Eran demasiados los escándalos, las amenazas y las ruidosas correrías que organizaba junto a otros individuos en este lugar. Estaba muy visto y eso a los jefes suele incomodarlos con el tiempo.

 

“El fantasma” cayó de la gracia de los jerarcas del narco, en el último año eran demasiados los episodios de indisciplina, no hacía caso, se saltaba las órdenes que le daban. No acataba las disposiciones y eso lo tenía en los últimos meses con una rutina de marginado. Trabajaba para un operador de bajo perfil del cártel de Sinaloa a quien las autoridades judiciales identifican solo como “Rolando”. Era quien le financiaba sus correrías, lo mantenía en su esfera cercana y le “aguantaba sus indisciplinas”. El camino estaba señalado. Tras su captura, el general Melo señaló que ésta se hizo “sin un solo disparo”. A diferencia de marzo pasado, ahora se acercó a los micrófonos tras el aniversario de la Marcha de la Lealtad, y dijo que fue una captura que se llevó con toda “precisión”.

 

Estado Mayor / ExtraOficial