ABC y el duelo prolongado


 

Por Silvia Núñez Esquer*

Las madres y padres de las niñas y niños fallecidos en la Guardería ABC ya no son los mismos jóvenes a quienes se obligó a salir a las calles a exigir justicia cuando les devolvieron a sus hijas e hijos en un ataúd.

Sus rostros han cambiado, están marcados con las líneas del dolor y el llanto. La sonrisa se niega a dibujarse y en su lugar sólo aparecen muecas que pretenden mostrar un gesto amable para quienes les ofrecen apoyo. Es la indignación, el enfado, la ansiedad, la depresión que se han apoderado de sus vidas.

El 5 de junio de 2009 su vida cambió abruptamente. De ser personas de la clase trabajadora usuaria del IMSS, pasaron a ser víctimas de la corrupción, tráfico de influencias, y de la ambición de las altas esferas políticas, que además de haber beneficiado a mercaderes del cuidado infantil, siguieron protegiéndolos después de su fechoría.

Dice Arthur Murphy, académico de Carolina del Norte y autor de un estudio antropológico entre las familias afectadas por la muerte o lesiones de alguno de las y los niños, que ellas se han agrupado en cinco sectores.

Al dar a conocer los primeros resultados de su investigación, que muestra una visión estadística, Murphy expone que las y los familiares se compactaron en cinco grupos, uno de los cuales destaca como el más sólido.

Es el que decidió cohesionarse no sólo con familiares, sino con otras personas solidarias, y tomar como su objetivo de vida la búsqueda de la justicia.

Hay otro que intersecta al anterior, pero no comparte todos los objetivos. Y hay otros dos grupos más, con menor participación, incluso uno de ellos se visualiza como el de los dispersos. Esta subdivisión es independiente de si estas personas están agrupadas voluntariamente como activistas después de la tragedia.

El estudio muestra las coincidencias que ante un hecho catastrófico unen a estas personas, sin definir todavía la parte cualitativa que habría de mostrar un poco más sus aspiraciones, su concepto de justicia, el impacto de la fe, si las razones del duelo prolongado tienen que ver con no haber encontrado la justicia, o son dos caminos paralelos.

Su objetivo fue documentar el nivel de duelo, depresión y estrés postraumático (EPT) entre familiares y cuidadores de niñas y niños víctimas que estuvieron en el momento del incendio de la Guardería ABC el 5 de junio de 2009, ocurrido en Hermosillo.

Se entrevistó a 91 mamás, 57 papás y 76 familiares más, entre tíos, abuelas, y toda aquella persona que estaba al cargo de cuidar a la niña o niño. El proceso se realizó en dos etapas. La primera a ocho meses de ocurrido el suceso, y el segundo tiempo a 20 meses de los hechos.

Con esta investigación también se buscaba establecer cómo se encuentra el tejido social en contextos críticos, como lo fue la crisis generada por la muerte repentina e inesperada de 49 niñas y niños, justo en el lugar en que los cuidaban.

Entre los participantes del estudio se identificaron grupos cerrados, extensos y abiertos. De acuerdo con la cohesión social identificada en los grupos, Arthur Murphy ha concluido que ésta se agrupa en cinco sectores.

En las primeras conclusiones se advierte que en la población estudiada el 38 por ciento padece o padeció depresión, 47 por ciento adolece de un duelo prolongado, y 54 por ciento de EPT. La diferencia es que la depresión produce incapacidad, no así el duelo prolongado, que permite seguir una vida relativamente normal aunque con mucha tristeza.

En el diagnóstico, el duelo prolongado se presenta en las personas participantes en diferentes magnitudes. El grupo uno presenta duelo prolongado en 2 por ciento de sus integrantes; 92 por ciento del grupo dos; 78 por ciento del grupo tres; 32 por ciento el grupo cuatro,  y el grupo cinco presenta duelo prolongado en 50 por ciento de sus integrantes.

En los primeros 14 meses se formaron cinco entidades, cuatro de ellas claramente agrupadas. El grupo dos es el que demuestra mayor cohesión, pues participa en marchas de exigencia de justicia, reuniones y otras actividades.

La mayoría ha demandado servicios de diversos tipos, como salud y atención psicológica, pero son los grupos uno y tres los que insistieron con más fuerza, dice Murphy.

La depresión ha sido uno de los padecimientos que atraviesa a todos los grupos, pues todas las personas la padecen o la han padecido. Aún así, son los grupos uno, dos y tres son los que más la sufrieron.

El dolor o duelo prolongado no aparece en el grupo uno, pero 40 por ciento y 41 por ciento de ese grupo sufre depresión y estrés postraumático. El EPT afecta a 54 por ciento de la población total, y los grupos dos y tres lo presentan en un nivel elevado.

Las conclusiones forman parte de una primera etapa al procesar los datos cuantitativos de las entrevistas que arrojaron la información, cuyos instrumentos aplicados están guardados en una caja fuerte para respetar el anonimato, y para volver a verlos se requiere la autorización de un comité colegiado, explicó el académico.

El análisis cualitativo se dará a conocer posteriormente, pero dentro de las hipótesis se encuentra la relación con el concepto de justicia y el “cierre” de la situación, para conocer el impacto de ambos entre esta población.

El resumen y conclusiones se dieron a conocer en la conferencia “Reacciones de las madres y padres afectados ante la experiencia de la tragedia en la guardería ABC”, por Arthur Murphy, académico de la Universidad de Greensboro, Carolina del Norte, como parte del Foro de análisis permanente “De la ABC… a la Z, por una infancia segura”.

 

Fuente Cimac /ExtraOficial