Lydia Cacho Plan b* por Lydia Cacho
Si le preguntaran a usted dónde han hecho intervenciones de guerra los marinos norteamericanos en los últimos 12 meses, seguramente responderá que en Somalia, Afganistán, Irak, Yemen y Pakistán. Y sí, efectivamente los Estados Unidos tienen intervenciones guerreras en esos países, pero también las tienen en México, Honduras y Guatemala. Y si usted le pregunta al norteamericano común si sabe que sus impuestos se van a Centroamérica y México para asesinar civiles y fortalecer el intervencionismo militar, lo más probable es que diga que no. La política norteamericana de imponer el miedo a la ciudadanía para justificar espionaje y control de las vidas privadas se parece a la de su nuevo archienemigo: Norcorea.
Ambos gobiernos, con sus diferencias (uno democrático y otro socialista) fortalecen la inseguridad de la ciudadanía reiterando el peligro inminente de ser atacados por armas mortales de sus enemigos. Aunque los norteamericanos se han ganado a pulso a muchos más enemigos que Corea, y su papel en Geopolítica es cien veces superior, los dos construyen un discurso que asegura que su forma de vida y de gobernar es la buena. Que su intervencionismo se justifica porque los otros representan grandes riesgos para el mundo libre. Pero contrario a Corea, los Estados Unidos no quieren controlar al mundo amenazando con el uso de misiles, sino lo controlan de facto con la implementación de guerras regionales con Drones y venta de armas e intervención de la CIA, el ejército y la Marina.
El 29 de agosto del 2012 la Marina norteamericana tenía 200 especialistas Navy Seals patrullando la costa oeste de Guatemala en una operación “contra las drogas”. La última presencia militar norteamericana en Guatemala fue en 1978, pero ahora ya no es a través de infiltraciones, ni con los estratégicos golpes militares para “democratizarlos”. Un portavoz de la Marina aseguró que esta operación comando es sólo el principio de una intervención mayor.
Según Tom Engelhardt, autor del libro The United States of Fear (los Estados Unidos del Miedo) en la historia reciente Washington se dedicó a enviar a sus Marines a Nicaragua, Haití y República Dominicana porque consideraba el sur su patio trasero.
Lo increíble es que Latinoamérica se ha acostumbrado a creer que esto es simplemente la aplicación de la Política Exterior y ayuda. Aunque sea intervencionismo que promueve la guerra, la violencia y las desapariciones forzadas como métodos de “justicia alternativa” en países sin estado de derecho y sumidos en la corrupción. Es aquí donde está el negocio: según cifras oficiales Estados Unidos triplicó su venta de armas en 2011 y hoy en día controla el 78 por ciento de la venta de armamento en el mundo entero, con un valor de 66.3 mil millones de dólares anuales.
Lo que queda claro es que mientras esperamos la discusión sobre el tratado de armas en la ONU, las organizaciones civiles presionan a Washington con argumentos sobre el respeto a los Derechos Humanos, y aunque este tema es central en la discusión, deberíamos denunciar cómo el país de Lincoln se ha convertido en el gran monopolio armamentista del mundo, denunciar que cada guerra que inicia enriquece a fabricantes y fortalece a las cúpulas políticas que se mantienen en el poder gracias a las negociaciones con los que hacen instrumentos para la muerte y el control social.
Por el momento, mientras los medios masivos se concentran en un solo discurso, no aparece en las primeras planas lo que nos urge conocer: las operaciones con un valor de 30 millones de dólares aprobadas hace 7 meses en el Congreso de Estados Unidos para entregar armas a Juan Carlos Bonilla en Honduras, jefe de la policía acusado de implementar comandos armados para eliminar a bandas juveniles. Estas masacres son orquestadas con métodos de Inteligencia y estrategia propios del ejército norteamericano. Pura y dura limpieza social. Honduras es el país con el índice mundial más alto en asesinatos, y las armas son eminentemente norteamericanas.
Cinco cosas tenemos en común México, Guatemala y Honduras en esta guerra contra el narco: la inteligencia y armas norteamericanas, las desapariciones forzadas y la limpieza social como sucedáneo de justicia; y el asesinato de periodistas que están descubriendo esto.
En ese contexto los Cárteles son el socio perfecto de los armamentistas norteamericanos y de nuestros inútiles gobiernos; compran armas y en medio de tanta muerte e impunidad colaboran en la creación de un escenario de desorden y opacidad que impide transparentar la perversidad de los dos grandes traficantes: los de drogas y los de armas. Los primeros son considerados delincuentes, los segundos se creen salvadores de la democracia.
@lydiacachosi www.lydiacacho.net
* Plan b es una columna publicada lunes y jueves en CIMAC, El Universal y varios diarios de México. Su nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.