Por Lydia Cacho
Cuando el general T. Michael Moseley, jefe de la Fuerza Aérea norteamericana, celebró que los nuevos drones o aviones sin piloto ya no solamente sirven para espionaje antiterrorista, sino son una maravilla para matar personas a distancia sin exponer a los soldados norteamericanos, sorprendió al mundo.
No solamente el gobierno norteamericano anuncia el éxito que los UAV (vehículos aéreos sin hombre a bordo, por sus siglas en inglés) tuvieron en la (irónicamente) llamada Operación Libertad por Irak, además festeja que se utilicen incluso en la frontera entre su territorio y el norte de México.
Actualmente el Pentágono tiene en funciones 19 mil drones que llevan a cabo tareas de espionaje y eliminación de enemigos.
La celebración del gobierno norteamericano no podía ser más alarmante. El general Moseley declaró que la nave Reaper es la mejor arma de destrucción cazadora-asesina que han tenido hasta ahora y la sociedad norteamericana ha reaccionado, pero para protegerse a sí misma.
Es decir los drones, como en una novela de ciencia ficción, toman el lugar de los complejos sistemas de espionaje terrestre y pueden verlo, grabarlo y perseguirlo todo; desde bases aéreas hasta oficinas, personas o vehículos.
Su capacidad combina artefactos que pueden ver al interior de los hogares y no solamente detectar sino grabar todo lo que se hace al interior.
Activistas acompañadas por un puñado de congresistas han exigido al presidente Barack Obama que cuando los drones vuelen sobre territorio norteamericano, precisen de una orden judicial para hacer espionaje o persecución.
Entre los discursos en que senadores norteamericanos defendían el uso de drones en varios países, incluido el norte de México, se escuchó la frase: es muy difícil para el presidente Obama ser el líder del mundo libre, y ésta es una buena opción para mantener seguro al mundo libre.
Esta idea es común entre demócratas y republicanos, y un alto porcentaje de la sociedad en verdad cree que su presidente es el líder del “mundo libre” y, por tanto, puede tomar decisiones extraterritoriales para proteger la libertad del mundo libre (que para ellos equivale, exclusivamente, a la población norteamericana).
Está claro que el espionaje no es cosa nueva, pero sí la tecnología de estas naves combinadas con la política exterior norteamericana.
El presidente Obama y el Senado llevan meses fingiendo que no están en guerra con Paquistán cuando sus drones llevan meses en tareas de espionaje masivo y “eliminación” de sujetos supuestamente peligrosos.
Ahora será más fácil la guerra, pues, dicen expertas antibélicas norteamericanas, no hay soldados estadounidenses por los cuales llorar, los únicos muertos estarán del lado enemigo.
La profesora de leyes Rosa Brooks declaró “los drones se han convertido en realidad en las armas preferidas del presidente Obama para el contraterrorismo. Hay tanto secreto alrededor de esas operaciones que no podemos saber con exactitud si las personas eliminadas por estas naves en verdad representan un peligro para nosotros”.
Recientemente el Nobel de la Paz, el arzobispo Desmond Tutu, escribió una carta de indignación frente a la discusión que prevé que la Corte Suprema de Estados Unidos aprobaría que exista una Corte Especial dedicada a proteger a la ciudadanía norteamericana de los UAV.
Esta propuesta fue expuesta por el nuevo director de la CIA, John Brennan, quien para tranquilizar los temores aseguró que esta Corte podría tener rango constitucional para asegurar que los drones no cometan abusos contra su propio pueblo.
“¿Acaso Estados Unidos nos quiere decir a nosotros, quienes vivimos en el resto del mundo, que nuestras vidas no son tan valiosas como las de ustedes? Que el presidente Obama puede firmar una orden para matarnos sin el menor escrutinio judicial, cosa que no harían si el objetivo es un ciudadano norteamericano. ¿Acaso su Corte Suprema quiere decirnos que nosotros, como el esclavo Dred Scott del siglo XIX, no somos tan humanos como ustedes? No puedo creerlo.”
Tutu, reconocido mundialmente por sus posturas en defensa de la legalidad y la igualdad, describió un paralelismo entre las decisiones que está tomando el gobierno norteamericano para eliminar seres humanos con drones, y el apartheid. El Nobel asegura que lo que están haciendo y pretenden seguir haciendo disminuye sus estándares morales y la propia humanidad de las y los estadounidenses.
Este tema abre las puertas a una guerra sin culpables, sin responsables directos. Un asunto de Derechos Humanos ante el cual el presidente Enrique Peña Nieto debería tomar una postura pública. ¿Acaso autorizará el Presidente la utilización de drones en territorio mexicano? ¿Y la soberanía y los Derechos Humanos?
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