Humillación y violencia escolar: el verdadero nombre del “bullying”


Desafortunadamente México ocupa el primer lugar internacional de casos de violencia escolar. Según un estudio de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), hasta la fecha son más de 18 millones de alumnas y alumnos de primaria y secundaria, tanto de escuelas públicas como privadas, las afectadas.

Asimismo, cifras de la UNAM como del Instituto Politécnico Nacional arrojan que de las más de 26 mil alumnas y alumnos que hay en el nivel básico, del 60 al 70 por ciento han sufrido algún tipo de violencia.

Si realmente cobráramos conciencia y nos enfocáramos en atender esta terrible problemática para erradicarla, sería imperante y necesario como sociedad dejar de maquillar con la palabra “bullying” una situación social por demás delicada y grave, que afecta a toda la sociedad y que desafortunadamente ha cobrado ya muchas vidas.

Es por ello que he decidido en este artículo nombrar al “bullying” como “humillación y violencia escolar”, lo que es realmente su significado en español.

Lamentable y paradójicamente me parece que se ha abusado del uso del concepto, cayendo en el peligroso punto de creer que es una moda y en muchas ocasiones parece que difícilmente se reconocen los alcances emocionales, tanto en quienes ejercen la violencia como en quienes la reciben de manera directa e indirecta.

Estoy de acuerdo con Javier Carreón, investigador de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, cuando considera que “la violencia no se resuelve con más violencia, sino con cultura y educación”.

Sin embargo, no podemos limitarnos con sólo “brindar a niñas, niños y jóvenes programas que les ofrezcan espacios adecuados para que convivan, se ejerciten o se distraigan”, como la música o la natación, como dice Carreón, quien añade que “sólo las estrategias públicas amplias e integrales en la materia podrán erradicar las agresiones”.

Me parece muy bien distraer a niñas y niños para que canalicen en actividades sanas sus frustraciones y enojos, pero pienso que eso sólo permite llegar a la capa más superficial del “iceberg” que vemos todas y todos, porque nos impide profundizar en los orígenes de este problema emocional para realmente contribuir a erradicarlo.

Si bien existen instituciones públicas y organizaciones civiles que han empezado a crear estrategias para ocuparse de tan terrible cáncer social, para contribuir a terminar con tan delicada situación, la realidad es que ante estas humillaciones y violencias escolares es importante llegar a la raíz de las mismas.

Es el gran “iceberg” de la humillación y violencia a la que estamos expuestas y expuestos cotidianamente, desde la violencia familiar y laboral hasta llegar a la violencia social que nos enfrenta día a día a una cantidad de muertes en diferentes estados de nuestro país que tristemente han tendido a naturalizarse.

Para la ONU, “bullying” es una palabra inglesa que significa intimidación, y en México el 65 por ciento de las y los niños en edad escolar han declarado haberla sufrido.

Esta intimidación es una humillación o acoso escolar y se refiere a todas las formas de actitudes agresivas, intencionadas y repetidas que ocurren sin una razón clara adoptadas por uno o más estudiantes en contra de otras u otros.

Esta humillación es molestar a alguien sin importar lo que haga, sólo por el gusto y podríamos decir que hasta por el placer de hacerlo.

La frecuencia en los ataques aumenta la gravedad del acoso que está ya considerado un problema de salud mental a nivel mundial.

Este problema de salud pública no distingue raza, religión, clase social, estructura física ni edad, y es un problema que afecta cada vez a edades más tempranas y son absolutamente todos los niveles de la sociedad los afectados.

El hecho de que este mal no distingue a ningún sector lo convierte en algo sumamente peligroso, porque es como la humedad que se va filtrando en la sociedad muchas veces sin darnos cuenta y que tiene su manifestación en esa punta del “iceberg” que es el sector escolar.

Es ahí donde se manifiesta, es ese el síntoma de todo este mal; sin embargo es importante preguntarnos y respondernos en dónde está el origen de que existan niñas y niños agresores que lastimen a sus compañeras y compañeros de clase sin motivo aparente.

Creo profundamente que debajo de la punta de este “iceberg” de violencia y humillación escolar se encuentra una cadena de violencia, intimidación e insatisfacción que se gesta en los miembros de un sistema familiar.

Frustración por no tener un trabajo que te guste, por no obtener los ingresos suficientes para vivir tranquilamente, por seguir en una relación de pareja que no te satisface, por sentirte cansada o cansado sin oportunidad para darte un espacio de descanso.

Por no procurarte una vida agradable, porque ves que hay personas que sin esfuerzo alguno obtienen el ascenso que tu merecías, porque te sientes insatisfecha o insatisfecho contigo mismo.

Y así… se van acumulando frustraciones e insatisfacciones que se transforman en enojo y rabia, que generalmente se canalizan con aquella persona a la que se percibe débil o en desventaja.

Y se va construyendo lo que he llamado “el círculo de la humillación”: el jefe o jefa violenta a su empleada o empleado, ella o él a su vez violentan a su pareja, que a su vez violenta a sus hijas e hijos, quienes llegan a la escuela y agreden a sus compañeras y compañeros de clases, quienes muchas veces terminan violentando a sus mascotas…

Siendo todo esto el resultado de la acumulación de situaciones molestas que se exacerban cuando se suman a la inseguridad y violencia social que cotidianamente vivimos.

Contrario a lo que algunas y algunos profesionales de la salud mental creen, sobre el hecho de que la humillación y violencia escolar (“bullying”) es una lacra que comienza en las escuelas, yo pienso y estoy convencida de que no sólo es una lacra, sino una terrible enfermedad social que inicia en el ámbito familiar y social como consecuencia de una serie de insatisfacciones.

Que nos afecta emocionalmente a todas y todos si somos seres sensibles, independientemente del lugar desde donde nos toque vivirla, y por tanto no podemos quedarnos cruzadas y cruzados de brazos ante tal pandemia  emocional y social que se llama humillación y violencia escolar y no “bullying”.

*Psicoterapeuta humanista existencial, especialista en Estudios de Género, y directora del Centro de Salud Mental y Género.