Forenses del FBI mintieron; se resquebraja el caso del agente ‘Kiki’ Camarena


Aquel día de 1985, Michael Malone, el entonces jefe de la Unidad de Pelos y Fibras del Laboratorio del FBI, llegó a la casa de Lope de la Vega con otros forenses. Cargaban unos maletines con botecitos, tubos de ensayo y aspiradoras que resultaban desconocidas para los adustos agentes de la policía mexicana. Habían llegado enviados por la mismísima presidencia de Estados Unidos para recopilar todo el cabello, la sangre, los restos de ropa, en fin, lo que quedó del agente de la DEA, Enrique Kiki Camarena, tras haber sido torturado durante días.

Según testigos, el sinaloense estaba emberrinchado porque según él, le habían dado información de que por culpa de Camarena habían destruido un megaplantío de mariguana llamado El Búfalo. El sueño de su vida. Lo primero que hicieron fue explorar cada una de las habitaciones de la casona roja con paredes de mosaico del mismo color. Atravesaron el porche delantero y llegaron a una sala de estar. A un costado estaba la cocina con un pequeño almacén, después llegaron a la sala, que incluso tenía una librería privada.

Afuera había una gran piscina, y además tenía un jardín central casi del tamaño de la casa, y desde ahí, se alcanzaba divisar las canchas de tenis, un spa, un aviario y un gran cuarto al que llamaban “la habitación de negocios”. Hasta ese día Michael Malone tenía 12 años al servicio del FBI y se había destacado por su excelencia y sobre todo, por su rapidez para identificar asesinos y violadores seriales. Era el agente estrella y por eso la cabeza del laboratorio del Buró de Investigaciones. Lo primero que notó Malone en la casona de Lope de la Vega, en Guadalajara, es que alguien ya había pintado las paredes de blanco. Para él fue evidente que alteraron la escena del crimen para tratar de borrar las huellas de la tortura.

Evidencias defectuosas Las sentencias en Estados Unidos contra condenados por el asesinato del agente de la agencia antidrogas de ese país (DEA), Enrique Kiki Camarena, cometido el 9 de febrero de 1985, se sustentaron en evidencias que ahora se ha descubierto que eran defectuosas, presentadas por un agente corrupto del Buró Federal de Investigación (FBI), Michael Malone, entonces jefe de la Unidad de Pelos y Fibras del Laboratorio de esa organización. Malone –cuya conducta fue descrita como “particularmente problemática” y trece subordinados suyos realizaron análisis científicamente insostenibles y rindieron testimonios exagerados, concluye un informe de la Oficina del Inspector General de Estados Unidos, al que tuvo acceso Milenio.

Por esta causa, al menos seis personas han logrado la absolución. Pero de 64 reos condenados a muerte en juicios en los que este grupo forense hizo los análisis de fibras, tres fueron ejecutados. Respecto al caso Camarena, de cinco individuos hallados culpables con base en las evidencias presentadas por Malone, uno ya fue liberado, René Verdugo Urquídez, supuesto lugarteniente del autor intelectual del homicidio, Rafael Caro Quintero y dos más están recurriendo condenas a más de 200 años de cárcel: Raúl López Álvarez, ex policía de Jalisco, y Javier Vásquez Velasco, también presunto empleado de Caro.

Tras la tortura y el asesinato de Camarena en una casa de la calle Lope de Vega, en Guadalajara, Malone y sus colegas llegaron a la escena por órdenes del presidente estadunidense Ronald Reagan. Iban un poco tarde: criminales y también policías corruptos habían recogido las evidencias más visibles. Los forenses detectaron una cochera con un vehículo Volkswagen Sedán. Bajo la vigilancia de los nerviosos agentes mexicanos, los expertos revisaron todo, de rodillas, desde las tiras de lana de las alfombras hasta los desagües. Su atención se concentró, sin embargo, en un cuarto junto a los jardines, oscuro, sin ventanas, dotado sólo de un inodoro y una puerta de metal, que los ocupantes del predio llamaban “la habitación de negocios” y Malone rebautizó como “la pequeña prisión”, Ese día recabaron más de 200 elementos como cabellos, fibras de una cuerda y de una almohada. Llevaron el material a Estados Unidos para practicar distintos análisis y determinar quién había participado en la tortura de Camarena.

Fuente: Milenio