El personaje que por muchos años divirtió a los ‘culichis’ ahora baila con ‘Nayeli’, en Sonora


A consecuencia de un accidente en su trabajo, don Abelardo perdió el sentido de la vista de manera gradual.

Hermosillo, Sonora.- Cada mañana, don Abelardo sale de su vivienda en la colonia Hacienda de la Flor y se dirige al Centro de Hermosillo donde Nayeli, su pareja de baile, lo espera para iniciar una nueva jornada laboral.

Al filo de las 09:00 horas, Abelardo Varela Soqui se posiciona por fuera de una farmacia ubicada en la esquina de las calles Guerrero y Doctor Noriega, y abraza a Nayeli, un maniquí de plástico que mandó hacer para bailar en las calles y reunir un poco de dinero.

«Tengo casi un año bailando en la calle, me la llevaba primero en el Mercado y luego me vine para acá porque ahí me hacían mucho daño, me robaban mucho; y aquí nadie me molesta, la gente me ayuda.

«Esta chica se llama Nayeli, la mandé hacer, es mi amiga; la guardo ahí con el Toño, en un negocio donde venden sombreros y todos los días paso por ella en la mañana, para no venirla cargando desde la casa», detalló.

El señor de 60 años, originario de Hermosillo y quien creció en El Ranchito, relató que a consecuencia de un accidente en su trabajo, donde recibió un fuerte golpe en uno de sus ojos, perdió el sentido de la vista de manera gradual.

«Estoy ciego; me golpeé con el mango de un pisón, me abrí una ceja y un oído, traía un sangrero y me llevaron al Seguro Social, pero el doctor me lavó y me puso una curita, y no me dijo las consecuencias que podría tener después.

«A los dos años perdí el ojo derecho, me estuve atendiendo en el Hospital General hasta que fue pérdida total; luego en el Seguro me volvieron a decir que no tenía nada en mis ojos, me dieron una cita dentro de un año y a los tres meses perdí ambos ojos», aseveró.

Don Abelardo indicó que tuvo desprendimiento de iris en el lado derecho y de retina en el izquierdo, por lo que con este último logra ver la silueta negra de quienes se acercan a él.

«Veo los carros cuando pasan, los postes de luz y edificios», añadió, «me muevo con el bastón, no me queda de otra, pero para cruzar la calle pido ayuda a la gente, no me cruzo solo porque no respetan el bastón, los carros se dejan ir, no me dan el paso y ni para qué me arriesgo».

Fuente: El Imparcial