Amenazas en redes sociales


Lydia Cacho Plan b*

Ante el anuncio oficial de borrar a toda mujer (excepto a la reina) del dinero británico, la activista Caroline Criado-Perez logró que se pusiera el rostro de la escritora Jane Austen en los billetes de 10 libras; por ello recibió más de 50 amenazas de violación por hora vía Twitter.

 

Hadley Freeman, del diario The Guardian, escribió sobre los insultos a mujeres en el microblog Twitter y recibió amenazas de un tuitero que bajo el pseudónimo @98JU98U989 advirtió que pondría una bomba en su casa.

Ese mismo día Catharine Mayer, editora de la revista Time, y otro grupo de mujeres periodistas recibieron amenazas del mismo tuitero. La policía se tomó muy en serio los amagos de muerte y ordenó una investigación cibernética. Los administradores del servicio cancelaron la cuenta del agresor y no lo encontraron.

Tanto estas periodistas como las autoridades han comprendido que detrás de ese “mundo virtual” que son las redes sociales, hay seres humanos muy reales capaces de cometer crímenes. Hostigadores que utilizan este medio como antes esperaban en la calle, dejaban un mensaje en el buzón de casa o telefoneaban.

Twitter es ese espacio en redes sociales en el que sólo caben 140 letras o símbolos por mensaje. Es un sitio para comunicarse, para coincidir y disentir; no es apto para el debate, pero si para el disenso, los avisos, las noticias y los encuentros. Es también un espacio en la red para desahogarse, insultar, decir bobadas y reírse un poco.

Al abrir una cuenta de cualquier red social los contratos estipulan que la persona está sujeta a respetar las leyes de su país. Estas redes son un universo en el cual conviven activistas y sicarios, niñas y pedófilos, policías y ladrones, emprendedores y políticos, madres y padres, espías y “trolls” (acosadores en internet).

Twitter puede ser utilizada para encontrar niñas desaparecidas, avisar de una balacera, compartir conocimiento y sentimientos, promover las noticias y, claro, para desplegar odios de cualquier índole.

Una diputada y varias activistas que apoyaron a Criado-Perez recibieron tuits de amenazas de violación. A raíz de estos ataques más de 100 mil personas firmaron una petición a Twitter británico para que implemente cero tolerancia al discurso de odio y a las amenazas. Tom Wang, director de Twitter en el Reino Unido, declaró que pondrán botones para denuncias rápidas en su red.

Otra periodista de la BBC recibió la misma amenaza de bomba y simplemente bloqueó al tuitero, pero asegura que aunque se insulta y amenaza a hombres y mujeres por igual, las agresiones hacia mujeres tiene una carga de violencia sexual relacionada con el discurso de odio.

Quienes debaten dicen que se debe regular el ciberespacio de la misma manera en que se regula la interacción humana directa: sólo a través de la responsabilidad individual y de la aplicación de leyes cuando el delito se cometió, o que cualquier control sería censura puritana. 

Hay quienes responden que implementar el Estado de Derecho no es puritanismo, que ni la policía ni las autoridades han entendido el impacto social e individual que la comunicación en redes sociales tiene en las personas.

Lo cierto es que no hay aún estudios no empíricos que demuestren cómo las redes sociales cambian las reglas del comportamiento social.

Los límites de la libertad de expresión deben ser los mismos dentro y fuera de la red, y nadie debería intentar censurar a quienes insultan, basta un #unfollow (dejar de seguir).

Sin embargo tenemos que aprender a diferenciar la libertad de expresión y el derecho al disenso, de los delitos que no por aparecer en la red son menos graves, tales como la promoción del discurso de odio racial o de género, la pornografía infantil, y los sicarios armados que buscan seguidores. Eso no lo sabe investigar la autoridad adecuadamente.

Una amenaza de muerte debe ser denunciada; un insulto debe ignorarse. Me parece que el peligro radica en que los gobiernos que quieren censurar las redes (por el poder y la libertad que nos aportan), argumenten que buscan mayor civilidad.

Lo que sí deben hacer es combatir los delitos graves, usar la cibertecnología a favor de la legalidad, no a favor de un Estado policiaco obsesionado con la opacidad y el control social.

Sí creo que es indispensable documentar adecuadamente el renacimiento de la violencia sexista, o la forma en que las redes sociales moldean la sexualidad de las y los púberes potenciando la comercialización de la infancia y promoviendo la prostitución en adolescentes.

No se pueden crear nuevas reglas si no se entiende por qué y para qué se aplican; ésa es la tarea pendiente.

Twitter: @lydiacachosi

 

*Plan b es una columna publicada lunes y jueves en CIMAC, El Universal y varios diarios de México. Su nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.