Lydia Cacho Plan b* Por Lydia Cacho
Ella tenía 20 años, se llamaba Darcy y cuando se dio cuenta de que lo que le hacía Omar –su novio de 21 años– era violencia en el noviazgo, rompió con él. Pero el joven decidió que Darcy era suya.
El 25 de marzo la raptó y después la asesinó en su camioneta y tiró su cuerpo en la calle. Las cámaras de seguridad del Distrito Federal grabaron los hechos.
Los padres de Darcy de inmediato fueron a la Fiscalía Antisecuestros, sabían que era Omar el que se habría llevado a su hija, pero la Fiscalía los ignoró por la política de que deben pasar 48 horas para comenzar a buscar a personas desaparecidas, incluso cuando hay evidencia de que su vida está en alto riesgo.
Hace unos días Omar fue detenido y confesó haber ultimado a su ex novia “por celos”. Darcy no es la única joven que perdió la vida a manos de un sujeto que creyó, como millones de hombres siguen creyendo, que el amor permite la apropiación de la voluntad y el cuerpo de la pareja.
Y aunque ciertamente millones de mujeres jóvenes hacen escenas de celos y también creen que sus novios son una especie de propiedad privada, no hay casos documentados de que ellas los maten por terminar una relación.
Lo más común en las jóvenes que sufren de lo que en psicología se denomina celotipia (una forma patológica de celos que genera arranques de ira, angustia, desesperación y deseo de venganza por falta de obediencia), es que ellas se suiciden o caigan en depresión profunda.
Sin embargo para los hombres que creen no poder controlar sus impulsos violentos, la salida es la crueldad extrema, la violencia física y en muchos casos la muerte.
El último estudio llevado a cabo por el Inmujeres-DF arrojó que el 90 por ciento de las mujeres jóvenes dijo haber sufrido violencia en el noviazgo.
El 30 por ciento de ellas, entre 12 y 29 años, dijeron vivir violencia de pareja actualmente y que los celos son el factor principal de las discusiones, pero consideran que es el “precio del amor”.
Los jóvenes de entre 13 y 25 años que ejercen violencia con sus novias revelan vivir en familias donde la violencia física es una constante y no hay contención emocional, donde el padre pone el ejemplo de control de las mujeres a través del abuso de poder y la hostilidad.
Son jóvenes, según la Organización Mundial de la Salud, que tienen amigos sexualmente agresivos que les impulsan a controlar a las jóvenes a través de los afectos y el placer.
Aunque las jóvenes ya no admiten creer, como antaño, que los hombres tienen derecho a maltratarlas y controlarlas, lo cierto es que los principios del amor romántico han cambiado muy poco en los últimos 40 años, desde la liberación sexual de las mujeres gracias a la píldora anticonceptiva.
Lo cierto es que el discurso del amor romántico sigue siendo profundamente sexista, basado en convertirse en una sola entidad (las medias naranjas).
Las jóvenes mexicanas comienzan su vida sexual a los 13 años en promedio, lo mismo que ellos. Generalmente para llegar al sexo pasan por una etapa de enamoramiento plagado de confusión que difícilmente distingue el deseo sexual y su despertar.
El cariño real, que implica el cuidado y respeto a las necesidades de la pareja, puede confundirse con la necesidad de ser aceptadas, aceptados, y con la presión o bullying para perder la virginidad.
Los nuevos estudios sobre violencia en el noviazgo nos muestran que los jóvenes siguen creyendo que una vez que ella acepta ser su novia y tiene sexo con ellos, les pertenece y tienen derecho a controlar su forma de vestir, de expresarse, sus amistades y sus afectos.
La muerte de Darcy, como la de miles de mujeres asesinadas en manos de sus ex parejas o parejas es una tragedia. No podemos seguir contabilizando el creciente número de actos violentos en el noviazgo y los indicadores que muchos padres y madres tienen de que sus hijas están en riesgo.
Sin duda habrá que promover el proyecto de educación para el amor en las secundarias, y debe incluir educación sexual/erótica.
Aunque suene ridículo no lo es: educar para el amor es un asunto profundamente político, porque implica enseñar a las personas a relacionarse con honestidad, a descubrir sus herramientas emocionales y a comprender la igualdad como indispensable en el amor.
No podemos seguir esperando que ellas salgan corriendo cuando es demasiado tarde, y que ellos se conviertan en asesinos o maltratadores cuando podían ser hombres amorosos e igualitarios.