Familias en México asumen el mayor gasto en educación: análisis del Panorama de la Educación

Ciudad de México, 9 de septiembre de 2025.- En la misma semana en que se entrega el paquete económico del gobierno encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum, se publica la edición 2025 del Panorama de la Educación (Education at a Glance) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que se centra especialmente en la Educación Superior, pero que incluye datos relevantes para la agenda educativa federal.

De acuerdo con el análisis realizado sobre la nota técnica de país, se destacan cinco elementos: financiamiento en términos de inversión por estudiante, carga económica para las familias, transición demográfica con muy baja cobertura de educación inicial, rezago en la universalización de la educación media superior y desajuste educación-empleo con alta inactividad juvenil y aprendizajes insuficientes.

Inversión por estudiante. La inversión en educación, considerando tanto al gobierno como a las familias, continúa a la baja en México: pasó de representar el 4.6% del PIB en 2018 al 4.2% en 2022. De los 41 países que integran la OCDE, México ocupa la posición 24 con relación al porcentaje del PIB invertido en educación (rango de 2.5% en Rumanía a 6.9% en Sudáfrica; promedio OCDE 4.7%). Sin embargo, su posición cae al lugar 40 cuando se considera el monto de inversión por estudiante, pues México invierte solo 4,066 dólares por alumno, por debajo de Rumanía (7,221 dólares) y muy lejos de Luxemburgo, que con 3.3% del PIB alcanza 31,439 dólares por estudiante.

El porcentaje del PIB puede resultar engañoso; lo verdaderamente decisivo para garantizar que todas y todos estén, aprendan y participen en la escuela es cuánto se invierte por estudiante y que esa inversión crezca de manera sostenida.

Carga económica para las familias. Además de la baja inversión por estudiante, el financiamiento recae desproporcionadamente en los hogares. En educación básica y media superior, las familias cubren 16.2% del gasto educativo, frente al 9.9% promedio OCDE en primaria y secundaria. Esto convierte a México en el segundo país con mayor proporción de carga financiera para las familias. Este esquema es regresivo y limita el derecho a aprender. Por ello, Mexicanos Primero recomienda que las becas se focalicen, con evidencia, en estudiantes pertenecientes a familias en situación de alta marginación, para así brindar equidad en la reducción del gasto de bolsillo y ampliar efectivamente las oportunidades para estar, aprender y participar en la escuela.

Cobertura en educación inicial. En México, la población de 0 a 4 años disminuyó 9% entre 2013 y 2023 y se espera una reducción del 10% entre 2023 y 2033, lo que implica nuevos retos para la organización escolar. Además, la cobertura en educación inicial es muy baja: menos del 5% de los niños de 0 a 2 años están matriculados, frente a tasas superiores al 60% en países como Corea, Luxemburgo, Países Bajos y Noruega.

Rezago en la universalización de la educación media superior. En México, los avances educativos conviven con rezagos significativos. La proporción de jóvenes de 25 a 34 años sin educación media superior pasó de 49% en 2019 a 41% en 2024. A pesar de la mejora, sigue siendo la cifra más alta entre los países de la OCDE, muy por encima del promedio de 13% y en contraste con Corea, donde solo 1% de los jóvenes no alcanza este nivel.

El vínculo entre educación y empleo muestra un patrón distinto al observado en la OCDE. Mientras que en la mayoría de los países un mayor nivel educativo reduce el desempleo, en México ocurre lo contrario. Entre los jóvenes de 25 a 34 años, 2.7% de quienes no concluyeron la secundaria están desempleados, frente a 3.6% de quienes sí la concluyeron. Lo más grave es que 4.3% de quienes cuentan con estudios superiores no tienen empleo. Este comportamiento refleja una paradoja en el sistema educativo y laboral mexicano, donde más escolaridad no se traduce en mejores oportunidades de empleo.

Los que no estudian y no trabajan. Además, un sector importante de jóvenes queda fuera tanto del sistema educativo como del mercado laboral. Entre la población mexicana de 18 a 24 años, 3% está desempleada y 16% se encuentra fuera de la fuerza laboral, es decir, no busca empleo; esto sugiere la existencia de barreras de participación que van más allá del desempleo abierto.

Aprendizajes. Aunque el reporte suele centrarse en insumos, cobertura y acreditación, esta edición pone un especial énfasis en los aprendizajes. Más escolaridad ayuda, pero no garantiza: en la OCDE, 61% de las personas adultas sin educación media superior queda en “Nivel 1 o inferior” de lectura, es decir, leen textos breves y familiares y localizan datos literales, pero tienen dificultades para inferir, comparar información o manejar textos más largos. Incluso 30% de quienes cuentan con media superior y 13% con estudios terciarios siguen en ese nivel.

Asumir el derecho a aprender exige medir sistemáticamente los aprendizajes fundamentales con evaluaciones válidas y periódicas, para transparentar resultados, corregir políticas y orientar recursos a donde más se necesitan. México carece de datos comparables tanto de estudiantes como de población adulta, pues no forma parte de la muestra de análisis del reporte al no haber participado en el Programa para la Evaluación Internacional de Competencias de Adultos de la OCDE.

Mexicanos Primero ha realizado durante años los análisis de estas referencias internacionales. Miradas externas nos invitan a reflexionar sobre el sistema educativo mexicano. Los datos reflejan que avanzamos en algunos temas, pero la mirada sistémica sigue siendo un talón de Aquiles para el país. Mientras no veamos las trayectorias educativas completas y, en relación con estas, se garanticen condiciones y recursos para sostenerlas, los esfuerzos serán aislados, con el riesgo de carecer de continuidad y convertirse solo en programas y apoyos pasajeros.

Tres recomendaciones. Primero, replantear la asignación de recursos; es decir, priorizar la inversión por estudiante, reducir la carga financiera de los hogares, evaluar la universalidad de las becas y focalizarlas en poblaciones con mayor marginación. Segundo, reconfigurar la oferta educativa en educación inicial y mejorar el vínculo de oportunidades entre educación media superior y el mercado laboral. Y por último, medir aprendizajes fundamentales, pues aumentar la cobertura sigue siendo insuficiente mientras no podamos asegurar cuánto y cómo aprenden los estudiantes. Para corregir el rumbo de las políticas educativas se necesita evidencia.