Por: Felipe Guerrero
Culiacán Sinaloa.- Ante los frecuentes y agresivos señalamientos del gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, contra periodistas y medios de comunicación en el estado, es importante mantenerse alerta. Las acusaciones contra las y los comunicadores han sido de todas, pero esta vez seleccionó muy bien el término «chismes» por atreverse a publicar y señalar los hechos de violencia generada por civiles armados en Sinaloa Municipio.
Los que propagan chismes son «chismosos», y ello equivale, en este caso, a no dar crédito a las publicaciones de los periodistas y, al mismo tiempo, directa o indirectamente, minimizar las acciones de los delincuentes, ocultar la ineficacia de la policía y, lo más grave, exhibir y exponer a quienes solo han dado voz a la población afectada y desplazada.
Hasta ahora han sido las voces, las plumas, las cámaras de las y los periodistas críticos de Sinaloa, las únicas que se han atrevido a denunciar con valentía los actos violentos y de presunta corrupción generados en el estado.
La respuesta del gobernador Rubén Rocha, ante las preguntas de los reporteros, equivale decirle a los delincuentes que los medios de comunicación, las y los periodistas son «los chismosos», los que han hecho el escándalo y no el gobierno, a quien se señala de haber pretendido, desde un principio, ocultar los hechos.
Es imperativo que el gobernador aclare lo que, en este caso, él considera «chismes», porque lo único que se ha publicado son casas, vehículos y maquinaria quemada. Si para Rocha Moya son chismes el testimonio de las propias familias desplazadas por la violencia (Albergadas en la Ciudad de Guamúchil) de que hubo también muertos y heridos, entonces que diga cómo se le llama a todo esto.
Trabado de coraje, enojado por las publicaciones de lo que ocurrió en Sinaloa Municipio, dijo que Sinaloa era uno de los estados más seguros del país. Habría que imaginar entonces como están los más inseguros.
A Rocha le molesta, le encorajina que se publiquen estos hechos y su recurso a la mano, para tratar de minimizar la dramática realidad que viven los altos de Sinaloa, es reaccionando con encono, acusando a las y los periodistas de «chismosos», que en la jerga delincuencial significa «poner el dedo», «balconear».
Las expresiones del gobernador tienen sus riesgos y sus consecuencias, porque con justa razón los señalados podrían interpretarlas, cierto o no, como un mensaje a la delincuencia en el sentido de que el gobierno no ha sido el del escándalo, sino los periodistas «chismosos».
En la lógica de las expresiones del gobernador, se podría inferir que los responsables de inventar los hechos violentos son los periodistas y que a los pobrecitos criminales, la prensa «chismosa» les ha levantado falsos.
Pensar que la solución a los graves problemas que genera la violencia en esas comunidades de la sierra, es solo paliando los efectos del desplazamiento forzado, es una posición muy cómoda. Lo que esa gente quiere es regresar a sus comunidades, recuperar sus tierras, sus casas y su otrora tranquilidad.
Lo que esa gente quiere es que el gobierno cumpla con su obligación de otorgarles seguridad, y ataque de raiz el problema combatiendo y encarcelando a los delincuentes. No quiere albergues ni dádivas, porque esto representa el resultado oprobioso de la ineficacia del gobierno y la impunidad de los delincuentes. Y para esto se requiere valientía, sobre todo si se aspira a ser un libertador como lo ha dicho el propio gobernador.
Los sinaloenses no nos merecemos gobernantes autoritarios que, por lo mismo, no admiten la crítica porque piensan que los demás deben someterse a sus dictados. Reaccionar con intolerancia, enjuiciar, descalificar, incriminar con la mayor impunidad, de frente a la dignidad y los derechos humanos de quienes se consideran adversarios, incluidos algunas y algunos periodistas, ha sido la tónica. Incluso hasta contra funcionarios.
Alcanzar el grado de libertador requiere de una auténtica formación demócrata; de una voluntad férrea para procurar la justicia y una valentía a toda prueba para luchar contra los verdaderos enemigos de la libertad. Nada escapa al juicio de la historia.
Ella ha juzgado y puesto en su lugar a los libertadores y a los sátrapas. No es lo mismo decir «Lo que usted mande Señor Presidente» que desafiar, con la dignidad por delante y a favor de los gobernados, al feroz centralismo del poder supremo.
Uno esperaría que ante este tipo de críticas surgiera la respuesta demócrata, libertaria, de suyo tolerante y no las descalificaciones, las presiones y amenazas, propio de los regímenes autoritarios.
El fallo de la historia será inapelable. Se llegará inevitablemente esa hora en Sinaloa y veremos que verdad triunfa: La de los periodistas «chismosos» o la de aquellos que han pretendido culparlos de magnificar los hechos violentos que cometen los delincuentes, esos a los que no se les combate, sino que se les abraza.