CUANDO EL LENGUAJE HACE INVISIBLES A LAS MUJERES


Por: Alejandra Buggs Lomelí*

El pasado 11 de marzo en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, tuve la gran oportunidad de compartir con la comunidad del Instituto Politécnico Nacional el interesante y polémico tema del lenguaje sexista o no incluyente.

 

Es con este tema con el que deseo retomar mis colaboraciones de este año en CIMAC, por ser una manifestación de sexismo y discriminación hacia las mujeres sumamente difícil de detectar.

Empecemos por reflexionar y sentir… ¿qué sensaciones nos provoca y qué nos dice el título “Cuando el lenguaje hace invisibles a las mujeres”? ¿Qué sentimos las mujeres? ¿Qué sienten los hombres?

¿Alguna vez les ha pasado que se han sentido invisibles en un grupo o incluso en sus relaciones afectivas más cercanas?

La realidad es que si somos honestas, todas las personas en algún momento de nuestras vidas hemos sentido esa sensación de invisibilidad, sin embargo es una sensación que experimentamos más las mujeres, día a día, hora a hora, minuto a minuto, segundo a segundo, sólo que no la registramos debido a la naturalización del sexismo (**).

Son muchas y muy variadas las manifestaciones del sexismo y una de ellas es la que tiene que ver con el uso no incluyente del lenguaje.

Quizás puedan pensar que esto del lenguaje no incluyente o sexista es cosa del pasado y que hoy en día no debemos reflexionar sobre sexismo ni discriminación, porque las mujeres hemos “conseguido” la igualdad en todos los aspectos de la vida pública y privada.

Sin embargo, por increíble que parezca, seguimos las mujeres en una situación no sólo de desventaja sino de riesgo ante los efectos emocionales y sociales que el sexismo tiene en nuestras vidas.

Mi intención es propiciar la reflexión acerca de la forma en que utilizamos el lenguaje y reconocer cómo es que lo convertimos en sexista o no incluyente, para que todas las personas pensemos en alternativas que favorezcan la visibilización de las mujeres.

Las sociedades transmitimos sentimientos, ideas y modos de pensar, por lo que el lenguaje es el reflejo de nuestras prácticas socioculturales.

A través del lenguaje nombramos, interpretamos y creamos, por lo que en su uso el lenguaje refleja la ideología patriarcal de todas las sociedades.

Esta ideología a la que llamamos machista porque lo masculino es el modelo ideológico imperante, es producto de un sistema patriarcal que recibimos de una sólida tradición sociocultural de siglos manifestada a través del sexismo, que se relaciona con un conjunto de expresiones y prácticas que con base en la diferencia sexual, legitiman y afianzan la desigualdad entre personas.

Este problema se ubica en las sociedades y culturas cuando a la representación y significación de lo masculino se le asigna un valor superior y universal que descalifica lo femenino y lo hace invisible.

Es así como los sistemas lingüísticos reflejan una marcada visión masculina a la que se le denomina androcentrismo (***).

Lo que determina, por ejemplo, que en cualquier trabajo o investigación sólo se tome como referente de la población a los hombres, y las mujeres quedemos ocultas detrás de la población masculina.

Expresiones como “la historia del hombre”… “los directores”… “todos los aquí reunidos”, son algunas expresiones del genérico masculino (que es una regla gramatical) y que nos muestra una clara exclusión de las mujeres.

Por otro lado, existe la tendencia a masculinizar las profesiones que ahora son desempeñadas tanto por mujeres como por varones, sin embargo, se siguen nombrando en masculino, por ejemplo: “la abogado”, “la médico”, “la ingeniero”…

Son muchas las expresiones en las que el uso del lenguaje excluye y discrimina a las mujeres, como las formas de cortesía en las que al nombrar a la mujer se hace énfasis en su estado civil, colocando al lado de su nombre expresiones como “de González” o “esposa de…”.

Siendo éste, desde mi punto de vista, el máximo nivel de cosificación porque las mujeres perdemos el carácter de personas para convertirnos en cosas y propiedad “de” alguien más.

Otra de las dimensiones en que se refleja el uso de un lenguaje sexista es a través de los significados que les atribuimos a ciertas palabras o expresiones cuyo sentido específicamente puede reforzar concepciones androcentristas, porque ocultan la presencia de las mujeres e institucionalizan lo masculino como referente principal.

Como los refranes. Un ejemplo: “De la mala mujer no te guíes, y de la buena no te fíes”, o chistes, palabras peyorativas o estereotipos que se emitan a través del lenguaje ya sea verbal o escrito.

Las diferentes formas de exclusión de las mujeres a través del lenguaje causan un gran daño psicológico (difícilmente detectable), porque es una forma muy sutil de violencia de género que provoca subterráneamente en las mujeres una sensación de cosificación, discriminación, ridiculización e invisibilización.

De ahí que muchas veces sin causa aparente las mujeres experimenten baja autoestima, depresión, sensación de inadecuación, sin saber por qué y mejor lo atribuyen a los efectos de la menstruación, menopausia o cansancio.

Para contrarrestar los efectos psicológicos de un lenguaje no incluyente podemos empezar por hacer un uso consciente del lenguaje español, un uso que implique tu compromiso y el mío, y el de todas y todos para nombrar a las mujeres, aunque a veces nos tardemos más al hablar para darnos y que nos den nuestro espacio.

También para desmasculinizar los títulos académicos cuando de mujeres se traten, para no utilizar palabras peyorativas, y contribuyamos a una sociedad más justa, más democrática y más igualitaria para mujeres y hombres.

Me queda claro que en un principio resulta muy complicado darnos cuenta de dónde residen los usos sexistas de la lengua, porque las costumbres, la tradición, la educación recibida, los mensajes que se transmiten a nuestro alrededor y la cantidad de información que se recibe, hacen que no sea fácil que analicemos lo que decimos y mucho menos lo que escuchamos.

Definitivamente el que nuestro lenguaje español sea excluyente o incluyente sólo dependerá del uso que cada persona haga de él.

Espero y deseo sirva en algo este acercamiento para crear conciencia y empecemos a utilizar un lenguaje más incluyente que refleje la existencia tanto de mujeres como de hombres, para colaborar en la construcción de una sociedad más justa, democrática e igualitaria, pero sobre todo de una sociedad más sana emocionalmente.

¡Si no me nombras, no existo!

www.saludmentalygenero.com.mx

*Psicoterapeuta Gestalt, especialista en Estudios de Género, directora del Centro de Salud Mental y Género.

**Sexismo: es la discriminación hacia personas de uno de los dos sexos por considerarlo inferior.

***Androcentrismo: consiste en asumir como modelo o representante único de toda la humanidad al hombre.